Ayer hizo un mes que Marta publicó un bonito post sobre sus veranos de niña.
Como buenas bloggeras y twitteras, nos fuimos animando y dijimos #culoveoculoquiero!!!
Mercedes escribió sobre su verano de niña casi en seguida, con unas fotos muy bonitas de su familia.
Aquí tenéis mi verano de cuando yo era pequeña.
Cuando yo era pequeña no había casals de verano, ni campamentos, ni colonias de inglés (o si los había, mis padres nunca me apuntaron, comprenderéis la vena asocial de dónde me viene, -amb carinyo mama-)Cuando yo era pequeña, después de los primeros días de junio hasta san juan en las que las monjas nos dejaban ir "de color" o sea sin uniforme gris de lana (pero con bata!!!) eso ya empezaban a ser vacaciones.A partir de San Juan y con las buenas notas en casa y el sabor del polo de limón con el que celebrábamos el inicio del verano (nos lo daban las monjas, supongo porque era lo más barato para chorrocientas niñas, pero era el único polo de agua que me comía en todo el verano, mi madre decía que eso era agua con polvos y me compraba helados de los buenos, de la Granja Caralt de toda la vida), pues eso, empezaba un período laaaaargo y caluroso en que nunca nadie nos organizó nada a mi hermana ni a mi.
Básicamente tenía 2 partes.Parte 1 - Mis padres trabajaban. Mi madre nos llevaba a casa de la suya cada mañana (muy de mañana) y nosotras a veces seguíamos durmiendo, a veces desayunábamos oyendo la radio, en la cocina de la yaya. Mi abuelo se iba levantando y se iba a por sus gestiones de jubilado en el sindicato (organizaban excursiones y eventos varios). Entonces mi hermana y yo nos acoplábamos a mi yaya (lo que sería un bebé continuum pero en niña) e íbamos con ella a los quehaceres de cada día, que si el mercado, que si la farmacia... y volvíamos a su casa. Mientras ella preparaba la comida podíamos hacer 2 cosas: o ayudarla o jugar. Plastilina, muñecas, parchís... leer, dibujar, pintar... oir la radio. Recuerdo siempre la radio encendida en casa de mi abuela. Cadena SER onda media. Iñaki Gabilondo. Jordi Hurtado y a veces Jordi González en "lo toma o lo deja". Reconozco alguna pelea que se disolvía con una mirada.Entonces llegaba mi abuelo y comíamos los cuatro. Se encendía la tele. Noticias comarcales. Noticias nacionales. Sobre las tres y media llegaba mi madre y comía y nos explicaba su día. Recogíamos la cocina y mirábamos "la novela". Entonces apagábamos la tele. Y nos íbamos al cuarto de coser.Mi abuelo cogía "El periódico" y se lo repasaba de cabo a rabo. Mi abuela cosía. Nosotras pululábamos mirando como se cosía, aprendiendo con la aguja, revolviendo la caja de botones o la bolsa de retales. Seguíamos con la radio encendida, por la tarde Odette Pinto y el doctor Alomar (buscábamos en el dial la emisora de la "querida amiga") Después nos íbamos a casa, hacíamos algunos recados por el camino y con casimiro a la cama.Algún día excepcional, quizás uno o dos en todo el mes de julio, bajábamos a la playa. Mi abuelo leía el periódico debajo la sombrilla y mi abuela nos vigilaba mientras tomaba el sol. Hacíamos castillos en la arena, chapoteábamos o intentábamos hacer el muerto, pero sin alejarnos de la mirada de la yaya. Si el día era de mucha mucha celebración, quizá nos comíamos unas sardinas en un chiringuito, con pan con tomate, mmmm que ricas.Parte 2 - Mis padres estaban de vacaciones. Cogíamos las maletas y nos íbamos con los abuelos paternos y una tía abuela que vivía con ellos al Pirineo. Porque mis pulmones necesitaban aire puro, desde los 8 años pasando todo el agosto en la montañita. Resumiendo: dormir, comer, ir a la compra, jugar a cartas con los mayores, leer, pasear, ir en bici por el pueblo, mirar "el coche fantástico" en casa de unos amigos, merendar pan con nocilla, preparar bailes, jugar a “las operaciones” con canicas, volver a casa a la que anochecía, sin reloj, sin móvil, sin Internet. Y escribirle postales a la yaya que se había quedado en casa. Y llamarla por el único teléfono del pueblo, que tenía un cuentapasos, más tarde hubo una cabina. Y preguntar si ya habían empezado las rebajas (que antes empezaban a finales de agosto, os acordáis!!!)El agosto era laaaargo, y había un momento en que incluso tenías ganas de volver a ponerte el uniforme y ver a las amigas del cole y que te pusieran deberes.Y volvíamos del pueblo e íbamos a buscar los libros y a preparar la cartera y el estuche, con los lápices afilados y las libretas por estrenar.Y todo era quizá más sencillo y más barato, pero me da la impresión que todo nos hacía más ilusión.
Este año he intentado recrear la segunda parte. Porque la primera no puede ser. La del aire puro y el notenerquehacernada más que respirar profundamente. Tampoco ha sido un mes entero de relax, pero los niños si que habrán estado asilvestrados cinco semanas, mientras su padre y yo nos alternábamos para compaginar el trabajo con las vacaciones. El lunes volvemos a la rutina, a las prisas, a los horarios, a recordar como se agarraba el lápiz porque por muchos buenos propósitos, poco se habrá hecho...
Os dejo. Me quedan 3 días para ser pequeña todavía.